Luis Vázquez - PH: Piazzoli

EL NEGRO VÁZQUEZ

Año ’82; recuerdo aquel hombrote con una barba negra que le devoraba la cara, y le prestaba aires de compañero de Fierro, o, mejor aún, puestero de sus queridas lagunas de Lavalle. Las piernas, un tanto encorvadas, completaban el aspecto telúrico. Pero los jeans y la camisa a cuadros rojos y azules suponían algo más.

Luis Vázquez - PH: Piazzoli
Luis Vázquez – retrato de: M. Piazzoli

Me dijo: una vez que la copia está en el fijador, hay que entreabrir la puerta del laboratorio, de manera que la luz llegue despacio, con pata ‘e lana.. Un consejo que tenía tanto de técnica improbable como de una poesía cierta e inefable.
(Yo, años más tarde, en mis talleres, hacía una pausa en la cubeta del fijador, para decirles a los alumnos: ahora vamos a abrir despacio la puerta del laboratorio para que, como dice El Negro Vázquez, le llegue despacio la luz a la copia).
Treinta años más tarde el azar quiso que juntos dobláramos a pie la esquina de Rioja y Alem, ambos íbamos a la Terminal. Me dijo:
-Sé que has dejado a la fotografía y que ahora escribís y dibujás. Te felicito; uno debe hacer lo que le pide el corazón. Además, ya habías hecho muchas buenas fotos”. Kipling, que recomendaba hacer otra cosa cuando uno ya ha hecho otra bien, no lo hubiera dicho mejor.

El Negro no era un fotógrafo “excepcional”, era un buen fotógrafo. Lo digo para salir al cruce de nuestros papanatas de clase media que agotan los adjetivos del diccionario, hacen tabla rasa y pervierten el lenguaje. Y así escamotean lo mejor del Negro Vázquez: era un muy buen profesor para aquellos que se iniciaban en el oficio: competente, incansable, generoso en un ambiente -el “artístico”- (es seguro que él no se consideraba un “artista”, esa lacra del ambientillo), donde la mezquindad, el retaceo de la información, los pavos reales con plumas falsas, es rey.
Menos divos que no saben hacer la O por redonda y más profesores que amen su oficio y la técnica que prepara para la creación, ESO es lo que necesitamos.
Viniendo del Photo-club, Templo del secreteo técnico; allí donde la respuesta a “¿cómo lo hiciste?” era un casi hilarante “¡con mucho esfuerzo…!”, El Negro Vázquez exhibía una transparencia inagotable, sólida, llena de afecto por lo demás.
Muchos que pasaron por sus manos (y las de su entrañable parcero Sergio Pantaley), recordarán ahora ese afecto por encima de otros recuerdos.
El Negro era parco, a veces destemplado; era un solitario. Y eso, ya se sabe, crea malentendidos.
Que se abran pues despacio las puertas para que entren Los Negros. Los Vázquez y otros morenos, gente salida de nuestro pueblo que nunca perdió el rumbo.

Recuerdo de: Daniel Barraco

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